23 de julio de 2005

Bochorno


Bochorno. (Del latín vulturnus, viento del este).

1. Aire caliente y molesto que se levanta en el estío.

2. Calor sofocante, por lo común en horas de calma o por fuego excesivo.
3. Encendimiento pasajero del rostro.
4. Desazón o sofocamiento producido por algo que ofende, molesta o avergüenza.
5. Encendimiento y alteración del rostro por haber recibido alguna ofensa o sentirse avergonzado.

Hace tanto bochorno del tipo 1 que no tengo ganas de escribir. No quiero escribir del bochorno del tipo 4 que me producen nuestros políticos. No respetan nada. Ni siquiera cuando situaciones que de seguro provocaron un bochorno de tipo 2 en Guadalajara, nos regalan una decena de víctimas. No, no tengo ganas de escribir. Creo que me las quita el bochorno de tipo 5 que me provoca oír a Blair decir que el 7j no tiene que ver con la presencia británica en Irak.

Dejaré de escribir, no tengo ganas. Que el aire acondicionado lo deje todo en un bochorno de tipo 3.

5 de julio de 2005

Tiro olímpico



Qué pesaditos con las olimpiadas, ¿no? Que si París favorita, que si Londres, que si Madrid tiene el proyecto más completo... ¿Por qué les gusta tanto el suspense? ¿A quién se le ocurrió que esta era la mejor manera para elegir ciudad olímpica? Porque, será de todo menos democrática, y mucho menos limpia. A cualquiera de los participantes, o contendientes, que le preguntes, te contará sin el menor rubor que todo es cuestión de amiguismo y de caer bien. Famoso es el historial de sobornos en las filas del comité elector, que deja en la sombra a la mordida mexicana, manitooo, en cantidad y calidad.

Como en Singapur sólo se habla de lobbys, pues me he ido a buscar el Collins Pocket, que para estas cosas viene muy bien, y dice que un lobby es un grupo de presión. Vamos, espíritu olímpico puro, ¿eh? Aquí se lo lleva calentito el que más presiona, y a mí, por mucho que digan, me parece que no presiona lo mismo la Tour Eiffel que la Cibeles, pero bueno, doctores tiene el deporte. Y el que diga que aquí no hay política, que me explique qué narices hacen allí zapateros y rajoys.

Si he de ser sincero, a mi todo esto de Madrid 2012 como que me la trae al pairo, ¿sabes?. Cada vez estoy peor del egoísmo asocial ese que padezco, y este tipo de cosas que me pillan a más de 50 km. de casa, pues como que no. No creo que el evento ni me haga rico, ni me consiga un piso o un coche nuevo a precio de Barcelona 92, ni necesito un estadio olímpico, así, a diez años vista.

Mira, hablando de estadios, ese tamaño tiene el agujero que le han hecho los de la NASA a un cometa que pasaba por ahí. Los científicos están contentísimos ya que dicen que ayudará a conocer los orígenes del Universo. Hay que ver, tanta manía por saber como empezó la cosa, cuando lo importante es lo pronto que se va a acabar para nosotros como sigamos dándole caña al planeta.

Y diré más: a mi no me ha sorprendido nada, nada, el éxito de la misión. Al fin y al cabo, los Estados Unidos son especialistas en lanzar proyectiles contra objetivos indefensos, y acertar. Quizá algún día sea disciplina olímpica. Lo que digan los lobbys.

Mens sana in corpore sano

1 de julio de 2005

A ese campo de yerbajos...

...le han salido unos naranjos.

Esta frase la utilizaba para chinchar a mi amigo Vicente, refiriéndome a que las malas yerbas casi no dejaban ver los naranjos de su huerta. Me contestaba, y con razón, que en verano los naranjos no producen y que él estaba a otras cosechas. Sí, tenía razón, pero era la única opción que me quedaba para meter baza en las conversaciones de mis amigos del pueblo, casi todos agricultores y preocupados normalmente por el precio de la alcachofa, la naranja o la cebolla. Y es que, mientras ellos plantaban árboles, yo me dedicaba a plantar antenas de televisión, y el precio de frutas y hortalizas me afectaba de manera, digamos, indirecta.

Hoy he ido a mi pueblo, hace años que ya no vivo allí, y como tenía tiempo, decidí dejar la autovía y llegar por los caminos vecinales que tantos recuerdos de la infancia me traen. Me llamó la atención la abundancia de bancales en los que las malas yerbas ya casi se habían librado por fin de la plaga de naranjos. Eran campos absolutamente improductivos.

Siguiendo el ritual, visité primero a mi tía Kika. Se llama Vicenta, Vicentica, pero a mi, cuando tenia cuatro añitos, me venía justo para decir Kika, y se le quedó el nombre. Kika, paradigma del a Dios rogando y con el mazo dando, estaba un poco nerviosa. Siempre lo está, pero hoy un poco más. A la visita de su primo de Argentina, se había unido la de un agente inmobiliario, negocio éste, el de las inmobiliarias, que ha crecido de manera exponencial en el pueblo durante los dos últimos años. Por lo visto, no cesan de hacerle ofertas, de momento resistibles, por la compra de su casa. Y esto último empezó a darme pistas.

Mi siguiente parada, comer en casa de mi padre, lo aclaró todo de manera diáfana, desalentadoramente diáfana. Sobre la mesa del salón tenía desplegado el mapa del proyecto de ampliación urbanística que el nuevo equipo de gobierno del ayuntamiento tenía preparado. Así, sobre el papel, el pueblo triplicaba su tamaño.

Los nuevos gestores, no os diré de qué partido son porque es evidente, quieren hacer grande al pueblo, pero a base de adosados, bungalows, dúplex, y cosas tan útiles y necesarias como una plaza de toros, símbolo del progreso donde los haya. Los precios de la alcachofa y la naranja han sido sustituidos por los del metro cuadrado y la especulación en las conversaciones de mis antiguos vecinos. Y es lógico, ya que, una reorientación de la producción a tiempo puede suponer la mejor de las bodas para sus hijas, y eso es algo a lo que un agricultor de mi pueblo nunca renunciará.

Acabé de comer, sobremesa incluida para ponernos mi padre y yo al día de lo que íbamos a hacer en los próximos quince días, y volví a la urbe. Directo por la autovía. Desde uno de sus puentes de acceso se ve un gran plano general de mi pueblo. Me pareció, a través de la calima de la tarde, que a aquella ciudad dormitorio le había salido un pueblo tranquilo.