1 de julio de 2005

A ese campo de yerbajos...

...le han salido unos naranjos.

Esta frase la utilizaba para chinchar a mi amigo Vicente, refiriéndome a que las malas yerbas casi no dejaban ver los naranjos de su huerta. Me contestaba, y con razón, que en verano los naranjos no producen y que él estaba a otras cosechas. Sí, tenía razón, pero era la única opción que me quedaba para meter baza en las conversaciones de mis amigos del pueblo, casi todos agricultores y preocupados normalmente por el precio de la alcachofa, la naranja o la cebolla. Y es que, mientras ellos plantaban árboles, yo me dedicaba a plantar antenas de televisión, y el precio de frutas y hortalizas me afectaba de manera, digamos, indirecta.

Hoy he ido a mi pueblo, hace años que ya no vivo allí, y como tenía tiempo, decidí dejar la autovía y llegar por los caminos vecinales que tantos recuerdos de la infancia me traen. Me llamó la atención la abundancia de bancales en los que las malas yerbas ya casi se habían librado por fin de la plaga de naranjos. Eran campos absolutamente improductivos.

Siguiendo el ritual, visité primero a mi tía Kika. Se llama Vicenta, Vicentica, pero a mi, cuando tenia cuatro añitos, me venía justo para decir Kika, y se le quedó el nombre. Kika, paradigma del a Dios rogando y con el mazo dando, estaba un poco nerviosa. Siempre lo está, pero hoy un poco más. A la visita de su primo de Argentina, se había unido la de un agente inmobiliario, negocio éste, el de las inmobiliarias, que ha crecido de manera exponencial en el pueblo durante los dos últimos años. Por lo visto, no cesan de hacerle ofertas, de momento resistibles, por la compra de su casa. Y esto último empezó a darme pistas.

Mi siguiente parada, comer en casa de mi padre, lo aclaró todo de manera diáfana, desalentadoramente diáfana. Sobre la mesa del salón tenía desplegado el mapa del proyecto de ampliación urbanística que el nuevo equipo de gobierno del ayuntamiento tenía preparado. Así, sobre el papel, el pueblo triplicaba su tamaño.

Los nuevos gestores, no os diré de qué partido son porque es evidente, quieren hacer grande al pueblo, pero a base de adosados, bungalows, dúplex, y cosas tan útiles y necesarias como una plaza de toros, símbolo del progreso donde los haya. Los precios de la alcachofa y la naranja han sido sustituidos por los del metro cuadrado y la especulación en las conversaciones de mis antiguos vecinos. Y es lógico, ya que, una reorientación de la producción a tiempo puede suponer la mejor de las bodas para sus hijas, y eso es algo a lo que un agricultor de mi pueblo nunca renunciará.

Acabé de comer, sobremesa incluida para ponernos mi padre y yo al día de lo que íbamos a hacer en los próximos quince días, y volví a la urbe. Directo por la autovía. Desde uno de sus puentes de acceso se ve un gran plano general de mi pueblo. Me pareció, a través de la calima de la tarde, que a aquella ciudad dormitorio le había salido un pueblo tranquilo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La sombra del ladrllo es alargada.