16 de octubre de 2005

El día que perdí un día

Me cambiaron de turno. Trabajaba de mañanas y me lo cambiaron por tardes. Alargué la estancia en la cama, me duché, comí, y salí con tiempo para que, al llegar, Carol, mi compañera de fatigas, me pasara los trastos. Ya en el garaje comprobé que no llevaba la cartera. Mierda.

Subo a casa, y comienzo a buscar. Primero en los sitios habituales, después cada vez mas aleatoriamente. No aparece. La chaqueta que llevaba ayer... ¿cuál era... la vaquera?... no, esa no. Era la otra, la impermeable gris... Pues no, dentro de esta tampoco está. Quizá cayó dentro del coche...

En el garaje no hay apenas luz. Busco a la palpa por el suelo y lo único que consigo es mancharme con la grasa de las guías de los asientos. Mierda. Y Carol esperando. Después de intentar reconstruir mentalmente cuáles fueron mis pasos ayer, desde la última vez que vi la cartera, definitivamente la doy por perdida y me voy al trabajo.

Llego tarde. Más mierda. Lo primero que hago es anular tooooodas las tarjetas, abusando de la paciencia infinita de Carol. Me pongo al tajo, en forma de trabajo farragoso, que además el tiempo demostrará inútil. Paso la tarde intentando no pensar en que si alguien ha encontrado la cartera, ha tenido toda la mañana para hacer uso de su contenido. Para acabarlo de arreglar, casi al final de la jornada, oigo un inconfundible repiqueteo en la ventana. Abro la cortina para ratificar mis sospechas: está lloviendo. Y yo, para llegar antes, he venido al curro en moto. Mieeeerda de día.

Decido cenar en el trabajo y esperar a que escampe. Ayer ya lo hice y sé que hay gente conocida con quien compartir mesa y sobremesa. Al comentar lo extraño que es últimamente para mi cenar dos veces seguidas en el trabajo, mis contertulios me advierten del error: no cené con ellos ayer, sino hace dos días. Esa es la clave, aunque yo en ese momento no me percate de ello.

Ya no llueve. Me voy a casa dándole vueltas en la cabeza al día de perros que está a punto de acabar, y a que no recuerdo dónde y qué cené ayer. Un presentimiento me hace buscar otra vez la cartera, y voy directamente a esa chaqueta, la vaquera, la primera que descarté. Efectivamente, en un bolsillo interior estaba ella, negra y reluciente, con toooodas esas tarjetas que no servían ya para nada.

De repente, en mi memoria se abrió un hueco que fue rellenado rápidamente por todos los recuerdos correspondientes a 24 horas de mi vida que, sin razón aparente, habían sido borrados: qué hice en el trabajo, dónde comí, las compras de la tarde... y qué ropa llevaba, claro.

Incluso recordé cómo, en ese día que estuvo unas horas desaparecido, viendo un concurso televisivo, acerté que la sintonía que se oía correspondía con el anuncio radiofónico de un detergente, allá en los años 30, y que yo oí por primera y única vez hará unos 6 años. Pensé: ¿de qué me sirve a mi recordar esta chorrada, si luego no consigo acordarme de dónde dejo la cartera?

Mejor será olvidar el asunto. La memoria a veces nos juega malas pasadas. A mi me hizo perder un día y a cambio, me encontré uno de perros.

PD: De todas formas, creo que los perros no han tenido nada que ver en esto. Al menos, que yo recuerde...

16 comentarios:

Sus dijo...

Bueno, bueno, sufres un claro ejemplo de Ley de Murphy en propias carnes. Seguramente, si hubieras pensado que la tendrías por algún sitio de casa olvidada y no hubieras cancelado las tarjetas, te la habrían robado y estarías en bancarrota. Como las cancelaste, la encontraste, y encima en la chaqueta en la que ya habías mirado, para que joda más.

Bueno, ánimo. No pasa nada si el gafismo es transitorio... un día de perros lo tiene cualquiera.

Besoooossss Grissom ;)

Anónimo dijo...

Pf, tu por lo menos t'acuerdas... yo hay días que me despierto y la gente me recuerda cosas que yo no he hecho... o si?

Sus dijo...

Sí, como despertarte en Ayora. No te joe... :P

Anónimo dijo...

Eh, eso no me lo contaron... de eso me acuerdo, de lo que no me acuerdo es de lo de antes de despertarme n_n'

Vakulinchuk dijo...

Oye, y todo esto a qué venía?

Anónimo dijo...

Bienvenido a mi vida. Ser Tania a veces es muy agotador....jejeje, no, es broma, pero días como esos son los que hacen que valores los días en que al menos no pasa nada malo.

Besos

Vakulinchuk dijo...

Hay cosas que ayudan, como por ejemplo abrir tu blog y ver que el último post tiene más de 2 comentarios, je, je ! ;)

Besotes!!!

Sus dijo...

"Vakulinchuk dijo...
Oye, y todo esto a qué venía?"

No sé, pero fijo que la culpa la tiene Pedro.

PD: ññññ.

Anónimo dijo...

Síbuenovale... tú tampoco es que acabaras bien, presisamente Ò_Ó

Vak... niputocaso, historias de borr-achos.

Sus dijo...

A tun tun tun... 8-)

José Vicente dijo...

Yo no quiero ser aguafiestas. Pero creo que te ocurre lo mismo que a mí. Nos estamos haciendo mayores, queramos o no.
Un abrazo, y cuanda pierdas algo llama a mi madre. Tiene un remedio infalible: le ata los huevos a pilatos. Mejor que te lo explique ella.
Saludos

Vakulinchuk dijo...

Buf! Mientras sea a Pilatos y no a mí, vale.

Vakulinchuk dijo...

Aunque, pensándolo bien, para lo que los uso últimamente...

Anónimo dijo...

Qué Pilatos??
"San Cucufato, los cojones te ato, si no me lo encuentras, no te los desato" Ésta es la fórmula auténtica, nada de imitaciones!!

PD: Seguro que la culpa es de Pedro...y tú puta!!

Vakulinchuk dijo...

Ya tenía bastante el pobre santo con el nombrecito, como para que cada dos por tres le vayan atando los cojones. Lo que me extraña es que no le hayan caído todavía. El tío debe tener la bolsa escrotal de kevlar o algo así, porque si no, no lo entiendo.

Como siempre, las vidas de los santos, apasionantes.

Anónimo dijo...

Joder, que mi madre tenía una abuela curandera y algo bruja. El caso que su formula era la de atarle los cojones a Pilatos. Y no falla, de verdad.