Fueron al médico y éste les dijo que ella sufría un trastorno afectivo que le impedía a él desarrollar cualquier tipo de actividad neuronal con normalidad. Como ella seguía mirando hacia otro lado mientras silbaba, el doctor le aconsejó a él, en un aparte, que la mejor solución era el quirófano. Debían extirpársela del cerebro, que es donde estaba ella enraizada. Él preguntó por las posibles secuelas, a lo que el galeno respondió que podían ser muy variadas, pero que la más habitual era una pasajera y cada vez menos insistente opresión en el pecho, aunque la calidad de vida que se obtenía compensaba. ¿Y ella? preguntó él. No notará nada, seguirá su vida con total normalidad, fue la respuesta.
Finalmente aceptó resignado. El tiempo demostró que la decisión fue acertada. Apenas sufrió de opresiones en el pecho, un par de ellas a lo sumo. Luego desaparecieron las molestias, excepto por alguna que otra esporádica y llevadera punzada entre las ingles.
5 comentarios:
Al menos sentía algo en el pecho... hay otros que sólo tienen pinzamientos inguinales.
Me ha encantado el texto, de verdad. Me has hecho releerlo!
;)
A veces pienso que escribo sólo para ti. Y no me molesta lo más mínimo.
Gracias, lectora fiel.
;)
3milbesos (yo que no he sido operada).
Me abrumas, querida Lau, y dudo que tú te quedes alguna vez sin algo interesante que decir, aunque yo a veces también creo que estaría mejor callado, je, je.
De todas formas, si me lees dímelo, aunque sea con un guiño ;)
Besotesss!!!!
PD: El peligro que corres si te extirpas demasiadas cosas es quedarte vacío por dentro.
Éste también me ha encantado. !Cuánta razón!
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