17 de noviembre de 2006
Proporciones XXL
16 de noviembre de 2006
El sol desnudo
La dueña estaba detrás del mostrador hablando con una clienta, sin reparar en lo más mínimo en su nuevo cliente. Éste, cuando percibió que el negocio era un horno, pensó que lo mejor sería comprar pan. Pidió un panecillo de los que se podían ver al final del mostrador; así podría preparase un bocadillo y llevárselo al trabajo. La dueña le contestó airada que allí no tenía ningún tipo de pan, que para comprar pan fuera al horno que estaba al otro lado de la calle.
Aunque pudiera esperarse lo contrario, a él esa respuesta le pareció absolutamente lógica: allí, al otro lado de la calle, es donde recordaba que estaba el horno de toda la vida. Contento de comprobar que había algo que empezaba a encajar, salió de la casa decidido.
Ya en la calle, y mientras la puerta que iba cerrándose le permitía oír un comentario despectivo hacia su persona, proveniente de las dos mujeres, notó la sensación agradable de los rayos de sol de la tarde sobre su piel. La notó sobre su frente, sobre su cara, su pecho... sus... ¿piernas?... ¿sus testículos?!!!!!
Esa sensación agradable de los rayos del sol sobre todo su cuerpo, y el hecho de que los niños que iban al colegio en ese momento le señalaran con el dedo entre risas burlonas, fueron dos de las tres claves que le hicieron tener la total seguridad de que estaba desnudo. La tercera fue cuando bajó la mirada y lo comprobó con sus propios ojos.
En un primer momento tuvo el impulso de seguir con lo planeado, y comprar el bocadillo en el horno del otro lado de la calle. Pero las cada vez más sonoras risas de los niños, unidas a los insultos provenientes de algunas de las madres que les acompañaban, le hicieron cambiar de opinión.
Decidió entonces volver a casa o, mejor dicho, a la casa de su padre, ya que él hacía años que no vivía en el pueblo. Al principio intentó mantener la calma y andar tranquilamente, con total normalidad, como si no pasara nada, pero el aumento en la afluencia de niños y madres le hizo acelerar el paso, cada vez más, cada vez un poco más, hasta llegar a correr y correr con todas sus fuerzas. La extraña y embarazosa situación en la que se encontraba, el ridículo y la vergüenza que sentía, y el cansancio que empezaba a notar, hicieron que la sensación de agobio, de angustia, fuera también cada vez más y más grande mientras corría.
Por fin llegó a casa. La puerta estaba abierta y entró, aún corriendo, pero cuando apenas había subido el primer tramo de la escalera que conducía al primer piso, cayo derrumbado en el suelo. Allí, hecho un ovillo desnudo y sudoroso, comenzó a llorar. Fue en ese preciso momento cuando pensó que en su vida había algo que no estaba bien.
6 de septiembre de 2006
De desguaces, coches y recuerdos
11 de julio de 2006
La ONCE versus el EMF
La metáfora va más allá cuando pienso que, tal y como me pasaba al leer el libro, nunca se sabe quién está más ciego: el de dentro o el de fuera.
Al volver a casa, compruebo que las familias cristianas puede que inculquen valores básicos a sus hijos, tales como la auto-represión, la pena de muerte o el odio a los diferentes, pero lo que desde luego no les han inculcado, entre otras cosas porque lo desconocen, es el gusto por el aseo, la limpieza y el respeto por los espacios públicos. El antiguo cauce del río parece el paisaje después de una batalla. Al día siguiente, el servicio de limpieza habla de miles de toneladas de basura y de zonas de césped que habrá que replantar. Puede que ese sea el legado de tan magna visita.
Otras cifras:
Alquiler diario de una pantalla gigante: 6.000€
Coste de las retransmisiones de Canal 9: 6.000.000€
Hacerles el culo gordo a los curas y disponer del dinero público en beneficio propio no tiene precio.
Tarjeta Master Camps. El gran dispendio.
5 de julio de 2006
Comulgar con ruedas de molino
24 de mayo de 2006
Forasters vindran...
Por motivos de trabajo, esta semana la voy a pasar en la Villa Turismo. El hotel está bien, hay conexión gratis a la web (prueba de ello este texto), la cama es ideal y, afortunadamente, ya hemos localizado dos o tres sitios donde comer decentemente. Y no ha sido tarea fácil. Llevo aquí un par de días y ya empiezo a pensar si, en vez de reclamar el Peñón, el gobierno español debería reclamar Benidorm.
Hoy, en el desayuno, he tenido que contener las arcadas frente a humeantes y aceitosas fuentes repletas de panceta, salchichas, huevos fritos, alubias... ¡Puagh! No me extraña que luego tengan tan mala leche los guiris estos para el resto del día. Paradójicamente, en los fiambres no había ni jamón ni chorizo. Ya puestos a desayunar fuerte, podían consumir producto autóctono, o qué?
Y yo con mis zumitos, mis frutitas y... mis bollitos, mmmm! Mierda, voy a echar unos kilitos seguro. ¡Y cara al verano! ¡Mierda, mierda!
Otra de las paradojas curiosas de este engendro urbanístico es la de que si quieres cenar bien has de ir al centro del pueblo, al barrio de los restaurantes... vascos! ¿Pero esto qué es? No, no, no me entendáis mal. Yo encantado. Por supuesto. Pues no están ricos los montaditos, sabes? Pero, qué quieres, no deja de resultarme chocante la profusión (un barrio entero) de restaurantes vascos, en unas tierras que no creo que entren en las reivindicaciones territoriales del más optimista y ambicioso de los abertzales.
Pensándolo detenidamente, no debería estar tan sorprendido: por estos pagos son capaces de regalarte un niño gratis por asistir a una cena medieval. En la publicidad alegan que es uno por familia, pero a mí no deja de parecerme una barbaridad. ¿Yo para qué quiero un niño, por gratis que sea? Además, luego no iba a saber qué hacer con él y me lo iba a dejar olvidado en cualquier sitio, y eso no está bien. A los niños hay que dejarlos con sus padres. Que se jodan.
Dicen que para el jueves se espera la llegada a Benisleep de 40.000 holigans (¿Es holigans o hooligans? Da igual. De las dos maneras me resultan igual de impresentables). Al parecer es la concentración anual del mundo mundial de estos tipejos. Y yo con estos (escasos) pelos. Espero que el trabajo me tenga tan absorbido que no tenga tiempo ni para encontrarme con los ganadores de Eurovisión multiplicados por 5.000. Por cierto, gracias Andorra. Las Ketchup os lo pagarán en contrabando de farias.
Ahora al catre. Mmmmm... qué lástima! No voy a tener sueño para tanta cama. Esto me recuerda a aquel personaje de Gila que, cuando le dijeron que el cuerpo de un hombre llevaba dos días tendido inmóvil en la acera, comentó: "Mucho sueño para un adulto". Efectivamente, luego el forense comprobó que estaba muerto.
13 de abril de 2006
Extended play
Mauro y Adela, su mujer, fueron a comer al restaurante de Raúl. Mauro y Raúl trabajaron juntos hace un tiempo, pero últimamente sólo sabían el uno del otro por medio de amigos comunes. Raúl no conocía a Adela. Cuando la vio, le sorprendió lo poco atractiva que era. Más que fea era descuidada, físicamente descuidada, pero Raúl no dejó asomar ningún gesto que delatara sus pensamientos.
Durante la comida, Raúl atendió al matrimonio como en él es habitual con los amigos, es decir, con un puntito de deferencia con respecto al resto de clientes. Para la mayoría pasa desapercibido, pero los amigos se lo agradecemos.
A la hora del café, Raúl se sentó a compartir la sobremesa junto a Mauro y Adela. La cosa comenzó como suelen hacerlo este tipo de conversaciones, preguntándose el uno al otro sobre qué les deparaba el presente. Para Mauro el presente era una baja laboral. Raúl se interesó por la dolencia que le impedía trabajar, pero quien contestó fue Adela, diciendo que la enfermedad de Mauro era ella. Lo dijo de una manera neutra, sin ningún tipo de entonación que indicara broma o reproche. Raúl se lo tomó como el típico comentario de pareja que lleva años de matrimonio, pero la propia Adela le sacó de su error: ella era la enferma. Bueno, en realidad, más que enferma, desahuciada: hacía un año y una semana que los médicos le dijeron que le quedaba un año de vida. La muerte hacía una semana que había salido de cuentas, hacía una semana que ella ya no debería estar allí. Para "celebrarlo", Adela y Mauro estaban intentando disfrutar al máximo de ese tiempo extra que el cáncer les estaba regalando.
La explicación dejó a Raúl desconcertado, pero también le sirvió para entender que los medicamentos eran los causantes del desmejorado aspecto de Adela. La naturalidad con la que la pareja hablaba del tema le permitió a Raúl asimilar el mal trago por el que estaba pasando. De hecho la conversación continuó, tratando diversidad de temas y haciéndose cada vez más y más interesante. Raúl ya sabía de las bondades dialécticas de Mauro, pero Adela no tenía nada que envidiar a su marido.
Cuando llegó el momento de las despedidas, cuando todo había vuelto a la normalidad, Raúl estuvo a punto de decirlo: "Adiós, Adela, encantado de haberte conocido". De repente se dio cuenta de que una frase tan cotidiana e inocua como la que iba a pronunciar, acababa de adquirir esa tarde un poderoso y terrible sentido. Frenó a tiempo y buscó otro formulismo en el que la idea de pasado no estuviera tan explícita. No fue fácil. Las opciones que hacen referencia a la salud, "cuídate", "a mejorarse", etc., obviamente estaban descartadas. Al final optó por la sencillez: "Adela, un placer", mientras la besaba.
Aún le quedaba a Raúl un golpe por recibir, un golpe que le dejaría definitivamente noqueado esa tarde, y reflexivo unos cuantos días. Como no podía ser de otra forma, fue Adela quien se lo dio, y lo hizo con otra frase aparentemente tan inocua y cotidiana como la que Raúl estuvo a punto de pronunciar. Adela ya no tenía inhibiciones; llevaba tiempo diciendo lo que pensaba sin el mayor reparo, y tampoco lo tuvo ahora: "Adiós, Raúl. Nos ha encantado tu comida. Volveremos".
Adela tampoco tenía ya miedo a la muerte.
3 de abril de 2006
Jódete, Fleming
24 de febrero de 2006
Seco
Dicen que pisar una mierda trae suerte. Ayer pisé una y hoy he cobrado 9,52€ en la Primitiva. Si quieres que te diga la verdad, no compensa.
Como papel de lija.
Ligar era como jugar a los barquitos. Empezabas por las diagonales:
- ¿Eres de aquí? ¿Vienes mucho?
- Tú eres tonto, guapo.
B2 Agua. En las diagonales nunca se ponen barcos. Eras tonto de verdad.
¿Cómo puedo estar tan seco y jugar a los barquitos? Incongruente.
Trabajo en un programa que alcanzó el 0,1 de audiencia. Menos es nada. Además, algo tiene de bueno: cualquier cosa será mejorar.
Pura mojama.
A veces acertabas:
- ¿Vienes al cine?
C2 Tocado.
Después del cine:
- ¿Un café?
- Vale...
D2 Tocado.
Después del café:
- ¿Te acompaño a casa?
- No, gracias. Me recoge mi hermano.
E2 Agua. Mierda. Solo era un destructor (de mi moral).
¿Será la alergia? No es normal esta carraspera mental. O sí...
El otro día en clase había más erasmus que producto nacional. Pensé que dejarse la Sorbona para venir a estudiar a la Facultad de Filología de Valencia era de un nivel de tontería paneuropeo. Aunque, bien mirado, el alcohol aquí es más barato...
Creo que lo mío es el simún cerebral, o algo.
He crecido. Tengo coche. Ya llevo dos tocados (cena, H4 + copa, H5) y voy a por el tercero (la estoy acompañando a casa, H6). Al llegar a la puerta:
- ¿Nos tomamos la última en tu casa? (Se nota que he crecido. Sobre todo en la entrepierna).
- No estropeemos una noche encantadora ¿vale? Buenas noches, guapetón (+ beso al aire y portazo).
H7 Agua. Y yo para casa con mi acorazado y mi palmo... de narices.
Seco como el Martini seco. Seco como la ginebra seca. Dry gin. Seco como la uva seca. Pasa.
El viernes pasado salí a cenar con los amigos de siempre. Los de verdad. Me lo pasé de muerte. ¡Qué reconfortante es saber que siempre están ahí! Y qué cogorza. El lambrusco, que para algunos es vino con gaseosa, es uno de los mejores quitapenas que conozco. Parece el gas de la risa. Gran invento. Hay que repetir.
Polvo, sudor y hierro, el Cid cabalga.
¡Por fin! Cena, B5. Copas, B6. Casa, B7... ¡y polvete! (bueno, dos y sin sacarla, eh?) B8!!!!! ¡El portaaviones! ¡El portaaviones!... No me doy cuenta de que sigo tan tonto como con las diagonales. El portaaviones no es nada. El que de verdad importa es el último submarino:
- Te querré siempre.
H8. Tocado y hundido.
Parece que va a llover.